Vidas en mis manos.

 

Este escrito fue publicado originalmente el 22 de Septiembre del 2014, acerca del evento que marcó el inicio de toda una aventura.

Peggy, la verdadera fundadora de Kamikatz.
Peggy, fundadora de KamiKatz.

Hace poco menos de un mes, mientras caminaba con Peggy,  tuve la fortuna o des-fortuna de encontrar cuatro pequeños gatos con apenas un par de días de nacidos; al escuchar los leves maullidos nuestra primera reacción fue acercarnos al terreno, quizá con la intención de hacer correr a un felino vagabundo; al encontrar a este pequeño bulto negro “gritando” y arrastrándose en busca de la sombra, nuestra actitud cambió de atacante a protector. Lo levanté con mis manos y entonces percibí que no era sólo un maullido, se escuchaban otros, empezamos a buscar hasta encontrar otros dos, los levante a todos y los puse dentro de la caja en la que habían sido abandonados, las dos caminamos nerviosas de vuelta a casa.

Actué sin pensarlo, pero no podía dejarlos ahí llorando en medio del sol abrazador. Al llegar casa, Peggy ansiosa  por los maullidos que no cesaban, los olfateó, comenzó a limpiarlos y al poco tiempo estaba acostada, cuidando de ellos como si fuesen sus cachorros.

Yo me sentía nerviosa, ¡Que iba a hacer con estos pequeños!; hace mucho que no tengo un cachorro, menos uno recién nacido; peor aún, ¡UN GATO! ¡Jamás había tenido un gato! así que sólo me senté ahí junto a Peggy, junto a los gatos, observando la tierna(demasiado) imagen que sucedía frente a mis ojos: una perra con tres gatos mamando unas pequeñas tetillas estériles. Sin darme cuenta, había un gran nudo en mi garganta y las lágrimas rodaban sobre mi rostro. Desperté de éste estado hipnótico, aún nerviosa y con el mismo pensamiento ¡¿Que voy a hacer?! , por mi mente pasaban miles de ideas,“Quizá se mueran pronto, ¿Y si los llevo a dormir?, Yo creo que si puedo cuidarlos, Mejor no los hubiera recogido, Pobrecillos, ¿quien los deja tirados?, ¿Cómo no cuidarlos?” 

Llego Sergio con las instrucciones del veterinario “Debes alimentarlos cada 3 horas, dos jeringas de leche”; por supuesto que mi angustia no cesó ¡CADA TRES HORAS!, sentí miedo de esta responsabilidad, de tener unas pequeñas y frágiles vidas en mis manos, esos pequeños seres aún con ojos cerrados y con quien nunca antes había desarrollado afinidad dependían 100% de mí.

En la caminata de la tarde, encontré al cuarto sobreviviente, después de 8 horas de haber encontrado a sus hermanos, el seguía aferrado a la vida.

Ante el fracaso de encontrar una nodriza para los pequeños, hice lo más fácil, huir y entregar sus vidas a manos de alguien que deseaba atenderlos y tenía mas experiencia que yo. Esa noche sentí que una carga muy grande había sido quitada de mí; ahora todo volvía a la normalidad y todos dormíamos plácidamente en nuestra cama.

Después de cuatro días, dos pequeños ya habían abandonado su persistencia por vivir; sólo quedaban dos, decidí traerlos de vuelta conmigo, la vida los puso en mi camino, su esperanza de vida había sido depositada en mis manos, pero sólo los rescaté para luego abandonarlos, retomé la responsabilidad y reviví todo esa angustia de tener a estas pequeñas vidas en mis manos. Esa tarde otro más había abandonado su batalla por la vida.

Sólo quedaba uno, lo arropé en mi pecho, sin separarme de él lo alimentaba cada dos horas, Peggy lo aseaba; así estuvimos muchas horas, ambas escuchábamos disminuir la fuerza de sus maullidos. Por la noche ya en la cama continuamos nuestra rutina y cuando ya no había maullidos, sólo una pequeña y cansada respiración, ella se acerco, puso su nariz junto a la del pequeño y abandonó su puesto, se había despedido de Él.

A pocos minutos, junto a mi pecho, bajo mis manos vi  y sentí como su pequeña vida se fue, un último aliento que no regresó y yo, yo no pude hacer nada, solo llorar…

Dedicado a los pequeños sin nombre, vaquitas y negritos

Siempre los recordaré, espero me perdonen por que no supe corresponder a sus ganas de vivir.

28 Agosto 2014